22/11/10

Bloc, plooc, blouc

Siempre asocié las onomatopeyas con ciertas narraciones infantilizadas. El patito que hace cuac cuac, el pollito que dice pi pi, el viento que sopla blum, blum. Cuando una historia traía este recurso o un narrador lo ponía en marcha la desconfianza saltaba enseguida. Desde que vi- gracias a mi profesor Eduardo Castro- la forma en que Darío Fo usaba ese tipo de sonidos en "La fame dello zanni", empecé a entender las cosas de otro modo. Él lograba un texto de una potencia maravillosa al representar una escena en donde los gestos del cuerpo se iban enlazando con onomatopeyas y palabras generando una escena en donde los sucesos cobraban una vida inesperada.

El Museo Municipal de Salamanca
Al
bajar las escaleras del Museo Municipal de Salamanca me encontré con un actor que hacía las veces de dueño de casa: el médico de la familia real. La representación era al aire libre. Un aljibe, el patio a cielo abierto, las molduras de la edificación y un viento suave como único sonido venido de afuera. Seríamos veinte personas de pie mirando al personaje contar su historia. Éramos cómplices por ese rato de este relato y aunque nos quedaba poco de los niños que habíamos sido, sentíamos fascinación imaginando la vida real vista desde esos ojos. Pensé en Eliane Gurian y su espacio 2.5 porque siendo extraños compartíamos un espacio de museo sin necesidad de hablarnos.

Bloc, plooc, blouc
Para contar sobre el nacimiento de los hijos
de Isabel La Católica y Juana "la loca", el actor, repetía un sonido y un gesto que daban cuenta de "las aguas" del alumbramiento. Varias veces volvió a hacer lo mismo y a mí me gustó ver cómo ocurría. Era preciso en sus movimientos y el parto parecía desarrollarse de una manera casi coreográfica. Como si se tratara de un baile las manos y las onomatopeyas se unían para mostrar esa escena.
Pero no sólo me atrajo lo visto, sino que me parecía que caía en el lugar justo. Me daba la impresión de que esa escena repetida contaba algo que no estaba dicho en las palabras,
algo que aunaba a madre e hija...tal vez la facilidad para tener tantos hijos, tal vez la pobre ayuda sanitaria que ni el poder de aquel entonces podía lograr mejorar, tal vez la cordura de una y otra que en algún momento "rompió fuentes".

Para seguir pensando
¡Creo en las onomatopeyas como recurso! Me gusta cómo condensan ideas y emociones y cómo dan movimiento al texto. Pero, claro, sigo pensando que no son garantía...
Usar co ro co cós al lado de la palabra gallina, me resulta innecesario y es probable que muchas veces esconda una representación empobrecida del lector. Quizás el secreto para un uso creativo de este recurso es decir algo más, agregar una nueva voz a lo que se está contando. Una voz que además provoque un contraste que sea capaz de iluminar la historia.

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