20/6/11

Tela para cortar- Museo del Traje de Madrid

¡Otra vez! Y el abuelo Víctor que volvía a recitar “Rasgo de valor” de Vital Aza. No entendíamos bien de qué venía la poesía. Sólo sabíamos que había un momento en donde un militar le cortaba la pierna a un enemigo que ya estaba muerto. Volvíamos a escuchar el relato por el placer único de reencontrarnos con ese instante. Cuando se acercaba esa estrofa, mi abuelo ponía la voz en puntas de pie y dejaba que la escena apareciera con el sol en las cabezas y la tierra yerma del campo de batalla. Nosotros nos íbamos parapetando junto al soldado… descubríamos con él al moro tendido al lado de una trinchera…sacábamos el sable y … esperábamos la señal. Mi abuelo hacía silencio.
¡Zas! Y era ahí cuando de su garganta caía el corte limpio y seguro de esa pierna que nos esperaba desde el principio.
Nosotros sentíamos el placer de la tarea terminada, los pocos versos que quedaban nos
servían sólo para ralentar la vuelta a las horas de reloj. (ir a la poesía)

*
(la imagen es del corto "Dot" de los creadores de Wallace and Gromit. ver el corto)


Cuentos con mucha tela
El ciclo “Cuentos con mucha tela” del Museo del Traje de Madrid es muy sugerente. Sólo el título promete espacio para imaginar más allá de la historia. Esta actividad está especialmente diseñada para los alumnos de kindergarten y propone la narración de una historia frente a trajes originales de la colección del Museo. Uno de los relatos elegidos es “El sastrecillo valiente”


Antes de la visita
Cuando un grupo solicita esta actividad se le envía un material en donde se presenta el cuento, se muestran fotos de los trajes que se van a ver y se ofrecen ejercicios relacionados con el oficio del sastre y las partes del cuento. Si bien llama la atención cierta asociación forzada con contenidos escolares como las formas geométricas, las partes del cuerpo y los colores (en el post “cuentos cáscara” hay una reflexión sobre esta tendencia), la invitación a la relectura es algo que resulta atrayente. En las tres sesiones propuestas, los chicos leen el cuento o un fragmento del relato que van a escuchar otra vez en el Museo.
¡La novedad no es la preocupación!…Leer y volver a leer es lo que importa. Pareciera que hay una confianza en la sorpresa de cada nuevo sentido y en cada visita a las mismas palabras. Pareciera que es importante dejar que los sonidos de la historia aprendan a jugar y a perder el tiempo.

Un porqué para la relectura
Al pensar en la relectura como práctica me acordé de una cita de Hébrard en donde cuenta cómo se propuso en Francia que los maestros re-contaran historias para favorecer la construcción de “bibliotecas mentales”. Bibliotecas que fueran participando a través de los años en la historia de cada niño:
“(…) un escritor africano de literatura (…) escribió que cuando una persona mayor muere en su país, en África, lo que ocurre es que se quema una biblioteca. ¡Ésa es la idea!, me dije. Vamos a fabricar bibliotecas mentales en vez de dejar los libros en los estantes. (…) Entonces, lo que propusimos nosotros fue volver a una concepción de la lectura totalmente distinta, arca
ica, concepción según la cual había que leer pocos libros pero leerlos con frecuencia y, sobre todo, no olvidarlos nunca, porque esa base de lectura es la que da cultura de libros, y es la misma que permite luego leer todo tipo de libros.” (Hébrard; 2006, p6).


Cuerpos vacíos
Los trajes tradicionales españoles muestran un mantón de seda con flores, una chaqueta con cintas, joyas de la reina, la lana suave del gorro del gigante…

Lo interesante es que la ropa aparece y se convierte en “los personajes”, pero no se ven cabezas, ni brazos, ni piernas debajo de las prendas. Me gusta pensar en la traducción entre inocente y siniestra. Como si los cuerpos estuvieran vacíos, pero la presencia real de las ropas hablara de algo inquietante. ¿Es que están muertos los protagonistas? ¿Es que estuvieron hace un rato, pero se fueron? ¿Es que son fantasmas?

Quizás los niños imaginen lo que no veo. ¿Y si piensan que las caras son calaveras? O no, tal vez narices gigantes o naranjas estrujadas o espinas puntudas. Tal vez no tengan cabellos o apenas les salgan pústulas ponzoñosas…

Tal vez, tal vez, el lector-visitante se salte las imágenes que los adultos imaginamos que ellos ven y encuentren en ese escenario de seres invisibles un mundo al que nada le importan los cuerpos geométricos, ni las labores del sastre, pero sí la configuración de un espacio en donde la historia cobra un vuelo personal y la imaginación sale a ventilar sus ideas







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